12 d’abril, 2014

Way to Anfield: ANFIELD (parte 3)

... Els tres posts de la trilogia "Way to Anfield" han estat escrits pel Queco (amb caputxa i bufanda del Liverpool FC a la darrera foto)...


Uno de los sueños de cualquier aficionado al fútbol es asistir en directo a un partido en un campo mítico, ya sea por su historia o por la atmósfera especial que se crea en el estadio. Solo un puñado de sitios en todo el mundo conjugan ambas cosas: La Bombonera y La Monumental en Buenos Aires; Maracaná, en Río de Janeiro; el Celtic Park en un ‘Old Firm’; el Santiago Bernabéu y el Camp Nou cuando el encuentro no da respiro para comer pipas; algunos que ya no existen, o donde cualquier tiempo pasado fue mejor, como Highbury, San Mamés, el Estadio Azteca o San Siro; y por supuesto, Anfield.

El estadio del Liverpoool F.C. es sin lugar a dudas uno de los nombres ineludibles en una lista de estadios legendarios. En mayor o en menor medida, todos los futboleros tenemos grabados en la retina decenas de instantes relacionados con el Liverpool y con Anfield. Estos son ‘momentazos’ que se me ocurren cuando escribo estas líneas. Los listo sin orden cronológico ni de ningún otro tipo:

  • Bigotes míticos: Ian Rush, Bruce Grobbelaar, Graeme Souness y John Aldridge (este último, con un bigote que a veces era bigote y a veces no, rollo ‘Ansar’) 
  • El pelazo de Kevin Keegan
  • The Kop cantando ‘You’ll never walk alone’ con las bufandas en alto. Gallina de piel
  • Gol de cabeza de John Toshack a centro de Kevin Keegan (pelazo) en un campo que es un patatal
  • Gol de Ian Rush a pase de Kenny Dalglish
  • Gol de Ian Rush a centro de John Barnes desde la izquierda. A Barnes le ha filtrado el pase Peter Beardsley, que corría encorvado como Roura y Víctor Muñoz
  • Gol de John Aldridge a centro de John Barnes. Aldridge celebra el gol alzando su brazo derecho y haciendo pasitos muy cortos. Siempre corría haciendo pasitos muy cortos.
  • Heysel y Hillsborough
  • Jan Molby cuando aún no se había comido a Jan Molby recuperando el balón en su propia área, recorriendo todo el campo con la pelota cosida al pie y metiendo un golazo por la escuadra contra el Manchested United, que vestía de blanco
  • Robbie Fowler simulando que se hace una raya con la línea de fondo en la celebración de un gol de penalty
  • Bruce Grobbelaar muerde las redes de la portería como si comiera spaghetti en la tanda de penaltys de una final de la Copa de Europa contra la Roma. Bruno Conti falla el penalty; en el siguiente penal, Grobbelaar sigue haciendo payasadas, incluidos aspavientos tipo Duckadam (Steaua); el italiano que tira también falla y el Liverpool es campeón
  • Grobbelaar increpando totalmente enajenado, hasta el punto de pegarle un guantazo, a su propio compañero de equipo Steve McManaman (muy joven) después de recibir un gol que era más cagada suya que de McManaman
  • Jason McAteer. No me acuerdo si era bueno o malo, ni de qué cara tenía, sólo me acuerdo de su nombre. Un nombre molón: Jason McAteer
  • Rondo de dos minutos durante los cuales el Liverpool no llega a tocar la bola que acaba en gol de Overmars a pase de Xavi
  • Gol de McAllister de penalty que elimina al Barça de la Champions (o de la UEFA)
  • 4-0 al Madrid con un gol de Torres y dos de Gerrard días después de que el entonces presidente del Maligno Boluda dijese: “allí los vamos a chorrear”

Nota: He procurado no mirar en Youtube nada más que para corroborar algún detalle. Aun así, si escribiera mañana, probablemente se me ocurrirían otros momentos, y confío que Palomo y Pelut me amonestarán en los comentarios de este post por algún olvido imperdonable.


Con nuestra visita a Anfield pasó lo que suele pasar cuando has imaginado demasiadas veces cómo será una experiencia determinada. Los sueños, sueños son, y las vivencias reales raramente suceden del modo esperado. En general, nuestro día en Anfield fue una decepción mayúscula (al menos para mí, no estoy seguro qué piensan los demás...).

El partido era pronto, creo que a las 13.45. Nos levantamos un poco antes de la hora límite de cierre del ‘self-service’ del hotel y dimos cuenta del siempre infecto ‘british breakfast’. Preparamos las maletas, pedimos un taxi y fuimos directos al estadio. Faltaban tres o cuatro horas para el partido.

La inmediaciones del estadio de Anfield conforman un paisaje bastante decadente. El barrio podría servir como escenario de cualquier película de Ken Loach: callejones desiertos, algunos de ellos inaccesibles o delimitados por vallas; edificios tapiados o semiabandonados; casas unifamiliares monocromáticas con jardines descuidados; vehículos y otros artilugios mecánicos destartalados o a medio desguazar; casas de apuestas y pubs cada cien metros; puestos de fish & chips de dudosa salubridad; ‘chandalismo’ a tutiplén; etc.

Pronto nos dimos cuenta que no tenía mucho sentido pasear por allí, así que accedimos a Anfield en cuanto abrieron las puertas del estadio. Había gente esperando para hacer un ‘tour’ por el museo. Nosotros, por cuestiones de presupuesto, nos conformamos con subir las escaleras de acceso al museo, visitar la tienda y hacernos unas fotos frente a la estatua que conmemora a los 96 fallecidos en Hillsborough.

Como aún faltaban un par de horas para el ‘match’, fuimos a uno de los pubs cercanos a tomar unas pintas. A medida que se acercaba la hora del partido se fue ambientando el local, pero la atmósfera tampoco era extraordinaria. El Liverpool no se jugaba nada en el partido, estaba haciendo una temporada horrorosa y el rival (West Ham United) era una medianía.

Una media hora antes del partido, entramos al campo. Me sorprendió encontrarme con unas instalaciones bastante vetustas. Los tornos para acceder a la grada eran muy estrechos, no aptos para la masa corporal del aficionado británico medio. Los pasillos también me parecieron angostos, más parecidos a los de Mini Estadi que a los del Camp Nou. En general, Anfield no es un estadio que destaque por su comodidad. Los asientos -por supuesto, rojos- son de madera, como los de los antiguos cines al aire libre, y la separación entre ellos es prácticamente inexistente.

El momento de asomar por la boca de acceso a las gradas era uno de los más esperados. No decepcionó, pero tampoco fue algo mágico, como había imaginado. El ambiente en el campo era un poco desangelado. Había poca gente, escaso colorido y nadie cantaba. La ubicación era buena: lateral, cerca de uno de los córners del gol donde se ubicaba la afición local. The Kop quedaba en la otra punta del campo.

Del partido no hay casi nada que decir. Fue aburridísimo. El resultado fue 0-0, y prácticamente no hubo ocasiones de gol. Lo mejor fueron los cinco minutos previos al pitido inicial, en los que se guardó un minuto de silencio por las víctimas de Hillsborough y se cantó el ‘You’ll never walk alone’. A partir de ese momento, sólo se escucharon a los 500 aficionados del West Ham. Uno de sus cánticos se pitorreaba de la afición local tal que así:: “Shhhhhhh… Where is your famous, where is your famous, where is your famous atmosphere?”

Tras la decepción del partido me subió otra vez la fiebre. Tardamos muchísimo en encontrar un modo de regresar al centro de la ciudad. Al final cogimos un bus en las puertas de estadio que nos llevó a la estación central, justo enfrente de los muelles. Allí cogimos un taxi hacia el hotel para recoger las maletas antes de ir al aeropuerto. Estaba KO. Lo único que recuerdo a partir de entonces es que me entraron ganas de ostiar a Palomo porque se puso pesadísimo discutiendo sobre el presupuesto de las secciones de baloncesto del Barça y el Madrid.

Y como diría Forrest, esto es todo lo que tengo que decir sobre este viaje. A pesar de todo (la fiebre, las incomodidades, la mierda de partido, etc.) fue una experiencia muy bonita que algún día espero repetir en otra ciudad, en otro estadio y con los mismos amigos.