22 de març, 2014

Way to anfield: LA PREVIA (parte 1)

... Els tres posts de la trilogia "Way to Anfield" han estat escrits pel Queco (al mig a la primer foto)...

Si miráis las franjas de edad que se establecen en cualquier encuesta, ya sea del CIS, la EPA o cualquier otro sondeo sobre cosas serias o no tan serias, el límite que se determina para considerar a una persona “joven” -o incluso “joven adulto”- son los 34 años. Los que tenemos 35 o más entramos en la siguiente categoría, a la que en ocasiones se denomina “adultos” y en otras ni siquiera se denomina, lo que resulta más humillante si cabe. Llegada esta situación, un hombre debe someterse a alguna prueba para reivindicar su lozanía. Esto es así. Lo contrario significa aceptar que uno es un viejuno y, en consecuencia, arriesgarse a caer en la infame enfermedad del ‘running’.

Ante esta tesitura, no queda otra que convocar una reunión de urgencia con el núcleo duro de ‘fuckers’ con el fin de promover una acción que demuestre, a uno mismo y a los demás, que aún se está en edad de merecer (sin especificar qué o a quién mereceríamos). Las alternativas más recurridas serían montar un equipo de fútbol o planear una fiesta muy salvaje en algún local de ambiente juvenil, tipo ‘A Saco’, ahora conocido como ‘Razzmatazz’. 

Como quiera que la primera opción ya la emprendimos, con notabilísimo éxito, y la segunda tenía demasiados números de fracasar -y de que alguien nos descubriera en el intento-, decidimos tomar un camino intermedio: irnos de fiesta a una ciudad europea con la excusa de ver un partido de fútbol. La ciudad escogida fue Liverpool, y en la expedición figuraba la elite del ‘fuckerismo’ ilustrado: Borja Rius, José Luis Palomo, Sergi Pérez y un servidor. Lo de ilustrado es porque sólo cultivamos la faceta teórica; la práctica, entre poco y nada.

Liverpool no fue una elección tomada a la ligera. Según mi Gmail, la primera referencia a un eventual ‘Lads Only’ con destino Liverpool data de agosto de 2007. Por circunstancias de la vida, la cosa se demoró hasta enero de 2013, cuando nos marcamos como objetivo ineludible del nuevo año hacer una escapada futbolístico-festiva. Valga reconocer que los impulsores de la iniciativa fueron Pelut (justo un año después sabríamos por qué) y Borja, el hombre libre del equipo. Palomo sólo se decidió el día después de que el Maligno se nos pasara por la piedra en las semis de la Copa del Rey, aunque él justificaba su indecisión aduciendo la inminente organización de no sé cuál asamblea de los ‘hipis ecogayers’ para los que trabaja. Con el visto bueno de todos, Pelut celebró la decisión con el siguiente mail: “Vamoooooooooooos! Això no hi ha qui ho pari. Gooooooooooool de Ian Rush!” Las expectativas eran altas.

Lo siguiente fue reservar la entrada del partido, los hoteles y los vuelos. Esta parte fue, en general, un desastre. El partido escogido fue un Liverpool-West Ham. Cabe recordar que el Liverpool de la temporada 2012/2013 no era el de este año. Deambulaba desde las primeras jornadas de la Premier por las posiciones post-Intertoto de la tabla, y no jugaba un pimiento. El West Ham, por su parte, es un Getafe de la vida. Aun así, las entradas fueron carísimas. En cuanto al hotel, Thomas Cook nos obligó a coger uno a diez minutos a pie del aeropuerto y a veinte minutos en taxi del centro de la ciudad. Y además volábamos con Ryanair. 

Pero nada de eso nos desanimó. Para finales de febrero ya teníamos tíckets, hotel y vuelos. El 6 y 7 de abril de 2013, García, Ríos, Pérez y Palomo recuperarían el orgullo español que se hundió con la flota de la ‘Armada Invencible’. El ‘stage’ del mes de marzo consistió en unas suaves sesiones de calentamiento que nos servirían de aclimatación: cambiar los gintonics y los caciques por pintas, espiar la webcam de Mathew Street (la calle con más ambiente de la ciudad, donde se encuentran algunos de los pubs más populares, como The Cavern, donde empezaron a tocar The Beatles) y planear la visita vía correo electrónico.

La estrategia para el partido del sábado (que era el importante, porque el domingo íbamos a Anfield) estaba clara. Teníamos cuatro piezas: uno sería el iniciador, el que empezaba a construir la jugada; el siguiente en entrar el juego era el distribuidor, el que decidía cuál era el flanco más débil del rival y con qué peón podíamos atacar; después llegaba el turno del asistente, cuyo rol era darle continuidad al juego y dejarle el gol en bandeja al último hombre, el finalizador. Menos este último jugador, que era fijo por cuestiones contractuales, los demás se podían ir intercambiando los papeles.

Como lema del viaje se escogió toda una declaración de intenciones: “Lo que pasa en Anfield, se queda en Anfiled” (en el ‘impasse’, este eslogan fue descubierto por mi mujer, que tiene la malísima y muy nociva costumbre de leer mis conversaciones privadas, sea cual sea el entorno digital en el que se desarrollen; afortunadamente, la situación no desembocó en un cisma conyugal, puesto que a la madre de mi hija no parece que le impresionen mis cualidades de ‘fucker’). By the way, las variantes tácticas que barajamos para la cita eran la siguientes:

  1. Táctica ‘Jarabe de Palo’: la más clásica. Consiste en lo siguiente: el Pelut se hace el despistado mientras cualquier otro jugador intercambia impresiones con la víctima elegida. A la que se presenta la oportunidad, el iniciador, señalando a Sergi, se dirige al rival en los siguientes términos: “¿No conoces a ese? Es cantante de una banda de rock española. Búscalo en YouTube” (“Don’t you know him? He is the singer of a spanish rock and roll band. Very famous. A truly fucker. Check Youtube!”). Es una táctica que en ‘El Col·lecionista’ no ha funcionado nunca, pero pensábamos que el desconocimiento sobre la música española de las oriundas de la Pérfida Albión podría jugar a nuestro favor. No se daría el caso...
  2. Táctica ‘Montoro’: es una variante de la anterior. En este caso, el cebo no es una estrella del rock ni del pop, sino un futbolista supuestamente semifamoso. El creador de este sistema, el mítico Montoro, se hacía pasar por jugador de un equipo de media tabla, tipo Málaga o Levante. Al no estar en terreno patrio, podríamos subir el nivel y citar a algún equipo de la zona Europa League, o incluso de la Champions, tipo Valencia o Villarreal. Borja proponía que el cebo fuésemos Palomo o yo, por ser los de aspecto más “latino” (sic). Pero eso nos privaba de los dos jugadores con más recursos dialécticos en este terreno. En cualquier caso, esta táctica tampoco funciona nunca, aunque proporciona risas mil.
  3. Táctica ‘Fish&Chips’: la más burda, con objeto de mimetizarnos con el entorno marginal que nos esperábamos encontrar. Resulta algo difícil de explicar sin caer en groserías, pero vendría a ser un juego dialéctico que aprovecharía la diferencia entre los idiomas maternos de los distintos grupos de interlocutores para insinuar a la(s) susodicha(s) que la traducción literal en español de la expresión ‘fish&chips’ remitiría a la postura 69 del Kamasutra. Algo del tipo “tú comes la sardina y yo la patatona”. En el caso de Palomo, el mero. Esta táctica no llegaríamos a usarla.
(Continuará)